Implantología dental avanzada y estética facial. Advanced implantology & facial aesthetics. Dr. Pablo Furelos.
Uno de los grandes problemas ante la colocación de implantes dentales, es la falta de un soporte adecuado para los mismos en determinadas zonas.
Es cuando nos informan de que tenemos poco hueso.
De hecho gran número de técnicas han sido diseñadas para evitar esas zonas de maxilar o mandíbula con hueso insuficiente, aun a costa de colocar los pilares de sostén de la dentadura con una inclinación inadecuada, y renunciando a poner un número suficiente de los mismos.
Pero esto se aleja mucho de un resultado ideal, y sobre todo no tienen grandes expectativas de una durabilidad indefinida.
Es preciso colocar un número sufieciente de implantes dentales, en la posición adecuada, y con la verticalidad adecuada.
Piense que el objetivo no es que tenga hoy una dentadura fija. El objetivo es que esta permanezca así el mayor tiempo posible y sin ningún problema.
La lógica nos indica que para obtener un soporte óseo suficiente en los lugares adecuados, es preciso reponer el hueso allí donde falta.
La reposición del hueso perdido se logra mediante la utilización de injerto de hueso.
También parece lógico que para reponer este hueso, la solución ideal es la utilización de hueso autóogo, obtenido de alguna parte del propio paciente. Pero esto supone una intervención quirúrgica adicional, en ocasiones de gran magnitud.
Y por ello se han desarrollado nuevas técnicas basadas en materiales que llevan muchos años demostrando su fiabilidad.
El hueso de nuestro cuerpo es una estructura dinámica, fruto del balance entre células que trabajan continuamente para su construcción (osteoblastos) y células que lo reabsorven (osteoclastos). El equilibrio entre ambos depende de varios factores.
En el espacio llega a perderse el 50% de la masa ósea.
Hay huesos que soportan una importante carga dinámica y eso determina su densidad. Entre ellos está el hueso ilíaco y la costilla. Es por ello que los astronautas sufren una gran perdida de masa ósea (que a veces alcanza el 50%) con la falta de ejercicio. Y eso ocurre con estos huesos cuando son inmovilizados en una nueva posición, lo que hacemos al utilizarlos como injerto.
Hay huesos como el del cráneo, con una composición diferente que, adaptados a la falta de estimulación muscular, sufren una menor reabsorción al ser utilizados como injerto y permanecer inmóviles. Esto explica que los injertos de hueso craneal sean más predecibles que el resto, sufriendo una menor reabsorción.
Pero como cualquier técnica quirúrgica, fracasan en ocasiones. Y tras una anestesia general, algunos días de ingreso hospitalario y una convalecencia más o menos prolongada, este fracaso se vive con gran dramatismo.
No es de extrañar por esto que muchos pacientes renuncian a la colocación de implantes dentales si la única oprtunidad que les ofrecen es la obtención de estos injertos, aun pensando que todo irá bien.
Es por ello que hemos buscado de forma incesante la posibilidad de obtener sustitutivos del hueso autólogo (del propio paciente), que llamaremos genericamente injertos de hueso en polvo, para diferenciarlos.
Injerto de hueso en polvo, un cambio trascendental en la implantología dental.
Y esto constituye el gran avance de la implantología en el siglo XXI. Con las adecuadas técnicas, con protocolos quirúrgicos muy estrictos, y siempre bajo anestesia local, es posible reponer el hueso en cualquier circunstancia con expectativas de una permanencia muy prolongada.
A ello se han sumado otras innovaciones como el uso de concentrados de plaquetas, los implantes cortos, … que han hecho que poco a poco se abandonan técnicas agresivas en favor de estas innovaciones.
Evidentemente también fracasan en ocasiones, pero en menos del 5% de los casos. Pero como el procedimiento ha sido sencillo, rápido e indoloro, es decir, con un coste personal muy escaso, podemos calificar este fracaso como un incómodo incidente. Y reversible, siempre es posible un nuevo intento que generalmente termina exitosamente.
Algo que nos ha ocurrido a nosotros hace ya muchos años. En implantología dental, nuestro último injerto de hueso de cadera (hueso ilíaco) fue realizado en 1999.
El de hueso craneal en 2001, ya que disponemos de técnicas alternativas que las igualan o superan en fiabilidad.
Y en este período no hemos rechazado a ningún paciente como no operable. Teniendo en cuenta que acuden a nuestra consulta pacientes con niveles de media o máxima dificultad, es un dato muy significativo.