Implantología dental avanzada y estética facial. Advanced implantology & facial aesthetics. Dr. Pablo Furelos.
Desde hace miles de años el hombre ha soñado con algún método para sustituir los dientes perdidos. Este viejo sueño del hombre se ha visto cumplido desde la segunda mitad del siglo XX, consolidándose en el siglo XXI.
Los implantes dentales sirven para solucionar las pérdidas dentales, constituyendo la base sólida que dará soporte al nuevo diente.
El diseño de un implante dental está basado en el de un diente natural.
Un diente natural tiene dos partes fundamentales, una parte visible que es la corona, y está por encima de las encías. Una segunda parte es la raíz, que permanece oculta, ubicada de forma segura en el hueso maxilar.
Un diente sobre implante es indistiguible de uno natural, dado el grado de perfección que han alcanzado los materiales empleados para realizar las coronas artificiales.
La parte oculta es el implante dental, con forma de tornillo, que sustituye la función de la raíz de un diente natural, y que va anclado al hueso.
Pese a los muchos diseños que han sido intentados de forma infructuosa, resulta curioso que el más eficaz resulte ser el sistema de anclaje que es similar a un tornillo común de carpintería.
El tratamiento con implantes dentales puede ser realizado para sustituir una pieza dental, varias piezas dentales o toda la dentadura. Con una correcta colocación, su permanencia sin molestias en la boca puede ser indefinida, o al menos con ese objetivo los ponemos. Pensemos que hay personas que los tienen en boca desde hace más de 30 años.
Han sido probados muchos materiales para ser utilizados como implantes dentales. Pero el único aceptado de forma unánime en la actualidad es el titanio.
Este metal tiene la capacidad de integrarse perfectamente en el hueso debido a una característica que no poseen otros metales.
Nuestro cuerpo está diseñado para rechazar todos los elementos extraños que lo invaden. Tenemos varios métodos para detectarlos. El primero es la presencia de proteínas ajenas a nuestro organismo, que son eliminadas rapidamente, Esto nos permite defendernos de bacterias y virus, aunque también es el mecanismo responsable del rechazo a los injertos de otras personas. El segundo son las modificaciones que iones metálicos producen en nuestras proteínas, desencadenando una respuesta defensiva y una expulsión del agente metálico.
Los metales, al entrar en contacto con fluidos biológicos, captan oxígeno, se oxidan y sufren un proceso de ionización. Esta oxidación produce que la capa atómica más externa de ese metal sufra cambios que alteran su unión con la siguiente capa de átomos no oxidados, por lo que se desprenden, siendo oxidada a continuación la siguiente capa de átomos y repitiéndose el proceso de liberación del metal ionizado. Estos iones son inestables y para restablecer su estabilidad se unen a proteínas del huesped, creando un complejo metal-proteína que es reconocido erroneamente por el organismo como un antígeno invasor (como una bacteria o un virus) y desencadena una reacción del sistema inmunológico para defenderse del mismo. Los linfocitos empiezan a multiplicarse para combatir al supuesto invasor.
El llamado “acero inoxidable”, que también se oxida, se compone además de hierro, de un 14% de niquel, un 18% de cromo, un 2% de manganeso y un 3% de molibdeno. Demasiados iones.
Pero el titanio no hace esto. Su primera capa de átomos se oxida, pero esto no altera en absoluto su fuerte unión a la segunda capa de átomos. Permanecen estables en su posición. Por tanto ningún átomo ionizado es desprendido y esto lo hace invisible para los sistemas de defensa biológicos. Tejidos como el hueso reparan sus heridas sin percibir al agresor y establecen, con este objeto invisible, sólidos puentes de unión. Un hecho afortunado para el ser humano, que permite emplear este metal para numerosos fines médicos, uno de los cuales son los implantes dentales.
Por ello el término de rechazo es erróneo ya que el cuerpo no tiene capacidad de rechazar algo que no puede detectar.
El proceso de colocación de un implante dental es muy sencillo. Con gran delicadeza se crea una perforación en el hueso destinada a alojarlo. Aunque en ocasiones es posible colocar de inmediato un diente fijo al implante, lo más común es colocar un diente provisional.
Una vez colocado, empieza el proceso de curación. Y con él, la oseointegración del implante. Las células óseas crecen estableciendo sólidos puentes con el metal. Este proceso dura entre 1 y 4 meses.
En algunas ocasiones, muy escasas, se produce un crecimiento en torno al implante de un tejido diferente al hueso, es lo que se conoce como fibrointegración. Es indoloro pero impide la deseada unión ósea. Es preciso retirarlo y colocarlo de nuevo.
Una vez realizada la integración ósea, el diente provisional es retirado, se quita el tornillo de cierre y es colocado el diente definitivo, que suele unirse al implante mediante un tornillo interior de unión.
Para entender la complejidad en la colocación de un implante dental, podemos compararlo con la creación de un edificio. La estructura que se eleva sobre el terreno sería el equivalente a la corona del diente. La parte que no vemos por estar enterrada en el terreno, los cimientos, sería el equivalente al implante dental. Sin estos cimientos el edificio no podría sostenerse.
Colocar adecuadamente unos cimientos exige un cuidadoso estudio del terreno, que puede ser de diferentes consistencias.
A veces rocoso.
En otras ocasiones arenoso.
Asimismo el hueso donde colocaremos el implante dental puede tener diferentes densidades.
A veces muy denso, lo cual no es favorable ya que tiene un menor número de células vitales, encargadas de establecer los sólidos puentes óseos.
Y a veces de una densidad muy escasa, también con escaso número de estas necesarias células vitales.
Determinar esta calidad ósea puede realizarse habitualmente con ayuda de un estudio radiológico, teniendo además en cuenta factores como la edad y el sexo.
En algunas ocasiones, es preciso realizar un scanner. Afortunadamente pocas, ya que este supone una gran agresión física para el organismo.
Basado en estos datos, donde tiene gran importancia la experiencia, se decide la colocación del implante adecuado, tanto en diseño, como en longitud y grosor.
¿Qué ocurre cuando deseamos edificar en edificio en un determinado punto y existe un fallo en el terreno?
Podemos crear complicados sistemas de cimentación inclinados, evitando esa zona.
Pero lo más lógico es nivelar el terreno, realizar un relleno de una solidez suficiente y a continuación, construir los cimientos del futuro edificio.
En implantología nos planteamos un problema similar en muchos casos. Si existe una falta de hueso en el punto idóneo para la colocación de un implante, podemos rellenarlo de injerto de hueso, compensando así esta pérdida. En un breve plazo los elementos restauradores del organismo se encargarán de formar un hueso de densidad similar o superior al del hueso circundante. Esto va a permitir colocar los implantes dentales con una gran precisión, en el lugar adecuado y con la angulación debida, algo clave para su permanencia prolongada.
Tengamos en cuenta que la colocación de unos cimientos sólidos y eficaces es fundamental para el sostén del edificio. Si esto falla, todo se viene abajo, independientemente de la belleza del edificio construido.
Por ello en nuestra clínica nos hemos especializado en la colocación de bases sólidas que eviten problemas futuros, y practicamente en cualquier caso. Esta tarea no es fácil, colocar implantes dentales con garantía, con responsabilidad, lleva aparejado una prolongada formación y años de experiencia.
Cientificamente esto se conoce como curva de aprendizaje, una relación entre casos realizados y tasa de éxito, que es muy prolongada en el caso de los implantes dentales complejos.
Confiamos tanto en la durabilidad de nuestros tratamientos que podemos ofrecerle un compromiso especial sin límite de tiempo.